"Nadie muere en verdad, si existe alguien en el mundo que respete su memoria"
-Juan Bosch-
Esta es la primera narrativa que aparece en el blog escrita por otra persona, la misma está divivida en 3 partes y es de la autoria una joven española que al escribir usa como pseudónimo [ Arwen Ríos Constantine ]. En estas líneas aparezco yo como uno de los personajes.
Gracias por el regalo! Arwen.
Un viaje a través de la noche
I
Tendría alrededor de unos 5 o 6 años. Me encontraba en mis aposentos, en esa época dormía con mi hermana Desireé, no recuerdo la hora, ni el día, sólo sé que la luz de la Luna iluminaba la cama de mi hermana. No podía dormir, tenía miedo, había visto sombras negras moverse en la habitación. En alguna ocasión desperté a Desireé, pero ella decía que todo estaba bien, que no había nada.
Cerré los ojos; me escondí entre las sábanas, agarrándome de mi peluche favorito “Conejo”. Uno blanco de rayas azules. Cuando abrí los ojos, y salí del escondite, pude ver 4 figuras que rodeaban a mi hermana bajo la luz. La que más me aterrorizó fue una que tenia un traje de botones rojo, con una cabeza en forma de… No puedo explicarlo, tendría que dibujarlo, en fin, tenía la cara deformada, y daba vueltas, tal como la niña del exorcista. Asustada, volví a esconderme y apreté fuertemente a Conejo, deseando que esas cosas se largaran, tenía miedo por Desireé y por mi.
Volví a salir del escondite; Y ahí estaba el botones, enfrente de mí, sonriéndome con una sonrisa macabra, con la cabeza dándole vueltas. Dí un grito, papá apareció, y cuando encendió la luz no había nada.
-“Papi, papi, habían unos fantasmas rodeando a Desireé, tengo miedo”
-Alejandra por Dios déjame dormir. Dijo ella.
-No te preocupes pequeña, aquí no hay nada.
-Papi, no, en serio, aquí hay algo malo.
-Que no Alejandra, duerme, que ya es tarde.
Cuando papá salió, y apagó la luz, comencé a llorar del temor, pues volvieron a aparecer las figuras. Escondida nuevamente entre mis sábanas, junto con Conejo, noté que algo entraba por la ventana, abrí los ojos y observe una silueta muy grande, negra, y con alas con las cuales espantó a las figuras que para mi eran malignas. Luego, se acercó, y gracias a la luz de la Luna pude ver su rostro a medias, su figura, sus alas. Vestía de negro, sus pantalones eran anchos con algunos bolsillos, y accesorios plateados, llevaba cadenas colgando encima de él, una en especial, llamó mi atención, tenía un símbolo muy extraño. Volví a esconderme, por temor a que me hiciera algo, se acercó, se arrodillo en la cama, apartó la sábana y con una voz angelical dijo:
-No te haré daño, no temas.
-¿Seguro? ¿Qué haces aquí? ¿Quién eres? ¿Y si mi hermana te ve?
-No te haré daño ni dejaré que te hagan daño. Sólo pasaba por una línea del tiempo, oí tu llanto, y vine a socorrerte. ¿Quién soy? Te lo explicaré cuando crezcas me llamo Daniel, y no, no te preocupes, tu hermana no puede verme.
-¿Eres un ángel? Pregunté mientras acariciaba su rostro sorprendida.
-Bueno, si así lo quieres ver por ahora.- Y me regaló una sonrisa, mientras acariciaba mi cabello.- Duerme Alejandra, yo te cuidaré no dejaré que ninguna otra figura entre.
Muchas preguntas rondaban dentro de mí. Pero las tiré a la basura, al fin y al cabo, era pequeña, y bueno, todo sucede por alguna razón.
-Y cuando despierte, ¿Seguirás ahí?
-No, pero vendré siempre que necesites mi ayuda.
-¿Puedo ver tus alas antes de irme a dormir? – Y Daniel Gómez extendió sus alas color rojo y negro, angelicales, pero con detalles demoníacos. – Algún día te llevaré a dar un paseo, volando, a la luz de Luna llena.
-¿Cómo sabrás que necesito tu ayuda?
-Lo intuiré. Ahora, descansa pequeña.
-¡Ah, que descortés de mi parte! ¡Te presento a Conejo! ¿Nos das un beso de buenas noches?
Y Daniel me besó en la mejilla, y a conejo. Cerré los ojos, y por una vez, en tanto tiempo, pude descansar.
II
Habían pasado unos años, ya tenía 9, Daniel, había dejado de ir a verme en las noches, pues no había visto ninguna figura extraña, ni nada por el estilo. Ya no recordaba sus facciones, solo sus majestuosas alas inolvidables. Nunca llegó a darme ese paseo nocturno tan soñado. Hasta que un día, mientras danzaba bajo una lluvia de flores que caían de un almendro sobre mi vestido color beige, situado en el bosque que quedaba próximo a mi urbanización, algo me observaba, desde lejos, apoyado en un árbol. Al verlo, quise acercarme lentamente, era Daniel.
- Hola Alejandra, ¿Te acuerdas de mi?
-Eh… Creo… Si. ¿Daniel?
-Efectivamente.- Y corrí hacia sus brazos, regalándole un abrazo.
-¿Dónde estabas?
-Ocupado por ahí… Ya te extrañaba, ¿Y conejo?
-En casa, ya no ando con él encima como cuando era pequeña.
-Sigues siendo pequeña.
- Sí, sí, sí- Dije refunfuñando. Pero ya no lo llevo conmigo a todos lados, lo tengo en mi cuarto, decorando la cama.
-¿Has estado bien?
-Sí, todo marcha bien. ¿Y tú? ¿Ya tengo edad suficiente para saber lo que eres?
-Yo estoy bien, y no, no tienes aún la edad suficiente para saber lo que soy.- Alcanzó una flor de otro almendro, y la puso en mi cabello.
-¿Y cuando te podré acompañar en tus viajes nocturnos? ¿Cuándo me presentarás a la Reina de la Noche?
-¿Reina de la Noche?
- ¡La Luna Dani! ¡La Luna!
-Sí, sé que te refieres a la Luna, pero es gracioso ver como le otorgas esa clase de nombres… - Y en ese instante lo miré con una cara de impaciencia.
-Pronto pequeña, pronto.- Sonrió- Ahora, debo irme, nos veremos en otras tierras.
III
Desde aquel día no volví a verlo. Hasta hace poco a mis 17 años. Sinceramente no me acordaba del todo de el, al pasar tanto tiempo, el recuerdo de su rostro iba desvaneciéndose. Ahora estoy en otro país, y como el dijo “Nos veremos en otras tierras”. Aunque eso, prácticamente lo había olvidado, ni siquiera sé, si a esa edad, lo había entendido.
Una noche, terminándome de vestir para ir a un concierto, mientras peinaba mi cabello frente al tocador, mientras difuminaba colores sobre mi rostro, observé ciertas sombras que jugaban alrededor de la ventana. Una gota de miedo salpicó mi cuerpo, haciendo volar mi vestido negro. Al momento, todo es interrumpido por el sonido del celular. Estaban esperándome afuera, era hora de irme.
Salí con las chicas a un concierto. El ambiente no me gustaba en lo absoluto, algo malo iba a ocurrir. Sonó la música, y todos comenzaron a saltar, a gritar y viceversa.
Había un chico que me llamaba la atención, puesto que nuestras miradas no paraban de cruzarse. “No lo mires Alejandra, no lo mires” Pero lamentablemente volvía, y nos cruzábamos. “¿De dónde lo conozco?” Esa mirada resulta familiar… Fui a por una bebida, y él, siguió mis pasos, fui un momento a alejarme del tumulto, y nuevamente, él, siguió mis pasos. “¿Por qué se comporta así?” “¿Querrá algo?” “¿Dónde lo he visto?”.
-Chicas, voy al baño.- Avisé.
-¿Te acompañamos?- Preguntó una de ellas.
-No, no es necesario. Voy sola.- Y cuando marché, “él” clavó sus ojos en mí, en mis pasos. Cuando salí del baño, 4 hombres “Satánicos” (Por sus cruces, a lo mejor no eran nada Satánicos, a lo mejor solo eran niñitos que quieren hacerse los malotes queriendo asustar por su apariencia) me miraron, rieron, se burlaron, pasaban sus lenguas por sus labios inferiores, y quisieron agarrarme de los brazos. Intenté escapar, pero no pude. Grité Auxilio, y nadie oyó, hasta que aquel chico derrumbó la puerta de un golpe. Me tomó en sus brazos, salió, y de él salieron aquellas alas que una vez adoré, cuando era niña, y volamos. Pude ver las luces de la ciudad de Santo Domingo, pude sentir alivio, y también, nuevamente miedo. No sabía que ocurría, quién era él, de donde lo había visto, ni qué sería de mi cuando tocara tierra. Después de aquel paseo en el cielo bajo la Luz de la Luna llena, me dejó en el Alcázar de Colón, donde obviamente, no había ningún cuerpo con vida, solo nosotros dos.
-¿Qué harás conmigo? ¿Qué quieres de mi?- Pregunté asustada
-Nunca te haré daño pequeña, ni dejaré que te hagan daño… ¿Acaso ya no me recuerdas?
-¿Eres aquel que entraba a mi cuarto, a espantar figuras, cuando era niña, aquel que me regalaba un último beso de buenas noches tanto a mí, como a mi peluche favorito, aquel que espantaba mis temores y cuidaba mientras dormía, y aquel que alguna vez me observó danzar bajo una lluvia de flores de almendro en plena luz del día? ¿Daniel?
-Sí, ese soy yo…
-¡Oh Daniel, eres tú! – Y le di un abrazo muy fuerte. ¿Qué te ha pasado? ¿Por qué nunca volviste?
-Te dije que nos veríamos en otras tierras. Has crecido mucho, ya no eres tan pequeña.
¿Quieres dar una vuelta por la Zona Colonial?.
-Vale pero… ¿Qué hay de llevarme a dar una vuelta por las aceras del cielo en noches como ésta? Nunca cumpliste tu promesa.
-Lo hice hace un instante, pero después de recorrer la Zona Colonial, daremos un paseo por las aceras del cielo, prometido.
Así fue, recorrimos la Zona Colonial, hablamos de nuestro pasado, de cuando era pequeña y vino a mi auxilio por primera vez, y de cuando iba a visitarme aquellas noches de insomnio, mis preguntas fuera de tema, las caras que ponía cada vez que sacaba un libro de sus bolsillos (Tal como el sombrero y el Conejo blanco del Mago, pero esta vez, los bolsillos del pantalón de Daniel y libros) cosas por el estilo.
En pleno vuelo, le pregunté.
-¿Quién eres Daniel Gómez?
-No puedo explicártelo, ya sabrás con el tiempo, a partir de ahora te invito a conocerme y a que desencadenes este enigma…
-¿Debo temer?
-No, eso nunca.
Y los dos sonreímos, disfrutamos la cálida luz de la luna, las luces de la ciudad de Santo Domingo, el viento gélido que arropaba nuestras caras y hacía danzar el vestido negro… Definitivamente, Daniel no volvería a marcharse, aquellos tiempos, volverían a repetirse sin temor a que nunca regrese, lo conocería, sabría qué es por fin…
Al parecer esto será el comienzo de lo oculto, de lo más allá. Un plato ofrecido bajo las velas de un bar umbrío, misterioso, exquisito o venenoso, como a mí me gusta.
Alejandra Sierra Ríos [Arwen Ríos Constantine]